Si tuviere tanta fe como para mover montañas
mas no tuviere caridad, nada soy.
Y si repartiere todos mis bienes,
y si entregare mi cuerpo para ser abrasado,
mas no tuviere caridad, ningún provecho saco.
La caridad es sufrida, es benigna,
la caridad no tiene celos,
la caridad no se pavonea, no se infla.
Cuando yo era niño hablaba como niño,
sentía como niño, razonaba como niño.
Cuando me he hecho hombre
me he despojado de las niñerías.
Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad.
Las tres. Mas la mayor de ellas es la caridad.
mas no tuviere caridad, nada soy.
Y si repartiere todos mis bienes,
y si entregare mi cuerpo para ser abrasado,
mas no tuviere caridad, ningún provecho saco.
La caridad es sufrida, es benigna,
la caridad no tiene celos,
la caridad no se pavonea, no se infla.
Cuando yo era niño hablaba como niño,
sentía como niño, razonaba como niño.
Cuando me he hecho hombre
me he despojado de las niñerías.
Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad.
Las tres. Mas la mayor de ellas es la caridad.
Día extraño.
Esta mañana tenía un par de horas libres antes de servir la comida en la asociación y he ido a La Antigua. Quería ver el Convento de Santo Domingo y la Iglesia de San Francisco, ya que en la guía de Lonely Planet venían como visitas obligatorias e ineludibles.
El Convento de Santo Domingo es ahora un hotel de lujo, aunque hay áreas del mismo que pueden ser visitadas por no huéspedes, eso sí, tras pagar una entrada de 40 quetzales. La verdad es que es una construcción bastante bonita, muy bien conservada (lo que todavía queda en pie) y con una historia detrás que, por pudor, me niego a contaros. En definitiva, mereció la pena la visita.
De ahí he puesto rumbo a la Iglesia de San Francisco (también conocida como la Iglesia del Hermano Pedro), un poco más alejada del centro neurálgico de La Antigua que es el Parque Central. Está bien, aunque creo que como ésta se debieron construir varias decenas en la época de máximo esplendor de la ciudad. Ahora hay partes que están semi-derruidas, dándole un aspecto de dejadez que no se corresponde con la realidad. Pero lo que allí ha sucedido me ha hecho pensar durante un rato...
He entrado por la puerta principal de la iglesia, y he recorrido su interior durante unos minutos para sacar unas fotos que, con total seguridad, no van a ganar el Pulitzer. Como en el resto de edificios religiosos que visité anteriormente, hay gente rezando. Tras la gira fotográfica he decidido tomar asiento en el último banco de la nave central de la catedral, sobrecogido por el silencio que me envolvía y buscando un merecido descanso. No había tenido tiempo siquiera de poner mi cámara en la mochila cuando ha entrado en la iglesia una mujer indígena de mediana edad. El vivo color de sus tradicionales ropas estaba oscurecido por varias capas de suciedad. Me ha dado la impresión de que ese atuendo ha vestido a la mujer durante unos cuantos días, sin descanso. Al llegar a la altura del banco donde yo descansaba, se ha clavado de rodillas y ha comenzado a rezar con la vista puesta en la gran cruz que preside el altar. Momentos después, ha recorrido en esa misma postura la distancia que separa la puerta de la nave central de la iglesia, del altar mayor, aproximadamente 40 metros... Una india, la suciedad y sus oraciones, nada más. Durante su mini-peregrinación, la mujer no ha cesado de repetir una serie de ininteligibles plegarias. Y mientras la observaba me han asaltado un par de preguntas, ¿qué estará agradeciendo esta mujer? Sus ropas son las de un pobre, su cara refleja la malnutrición que sufre y probablemente solo viva para salir del día... Y, si lo que hace es pedir a Dios para que su situación mejore, ¿no se habrá cansado ya de que sus súplicas no sean atendidas? Creo que la fe, como el miedo, solo la "disfruta" quien la padece.
(Cruces apiladas en una estancia escondida del Convento de Santo Domingo)
Siempre me han llamado la atención las demostraciones públicas y espontáneas de fe cristiana que tienen lugar en latinoamérica, pero ésta concretamente ha tocado un resorte en mi interior que no me ha dejado tranquilo.... ni aun ahora, casi al final del día. La acciones de penitencia y la búsqueda de redención han tenido para mi durante estos últimos años una atracción hipnótica, casi enfermiza, quizá porque hay una parte de mi que necesite algún tipo de perdón. O quizá no.
Y tan absorto estaba en mis pensamientos que he perdido de vista a la mujer; la he encontrado unos minutos después, cuando me disponía a salir del templo, pidiendo limosna en la entrada. Ha correspondido a los dos quetzales que he dejado en su cesta de mimbre con una humilde y agradecida sonrisa; creo que "La Gracia de Dios" no volverá a tener el mismo significado para mí...
Y tan absorto estaba en mis pensamientos que he perdido de vista a la mujer; la he encontrado unos minutos después, cuando me disponía a salir del templo, pidiendo limosna en la entrada. Ha correspondido a los dos quetzales que he dejado en su cesta de mimbre con una humilde y agradecida sonrisa; creo que "La Gracia de Dios" no volverá a tener el mismo significado para mí...
Buenas noches.
Ai-Apaec, coma sempre é un pracer lerte.
ResponderEliminarCaro, para mi es un placer que te guste.
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