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jueves, 23 de agosto de 2012

La vida se abre camino...

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".

De vuelta a Guatemala, parece que nada hubiese cambiado. Las actividades de Los Patojos siguen adelante, con iniciativas ilusionantes que a medio plazo van a conseguir con total seguridad que el proyecto se convierta en algo grande. Se han adquirido unos terrenos en Jocotenango para construir lo que algún día será la Universidad Popular de Los Patojos. También está en el aire la idea de proponer a la Municipalidad una especie de Taller de Empleo o Casa de Oficios, que sirva además para poder ofrecer una salida profesional a aquellos jóvenes que, por circunstancias, no sigan sus estudios. Desgraciadamente, las cosas van despacio, pero se están dando los pasos firmes y adecuados para alcanzar esos objetivos.

Los profes con los que un día compartí mi tiempo en la asociación (Juan Pablo, Rafa, Chacho, Fernando, Mauricio, Celeste, Flavi, Diego "Mano de León",...) continúan con ese espíritu tan necesario para que su inicitiva socio-educativa progrese y no se estanque. En cuanto a los pequeños, ¿que decir? Me dieron la primera alegría del viaje cuando poco a poco empezaron a reconocerme, y a regalarme sus abrazos y todo su cariño. Realmente estuve unos días con el corazón encogido.

Desde el lunes 13 de agosto estoy trabajando con el que era mi grupo el año pasado, pero esta vez el profe es Mauri. Las actividades son distintas, evidentemente los niños son más mayores. Además del apoyo en sus actividades escolares, hacemos dinámicas basadas en la socialización y el respeto. Como decía, la línea de actuación no ha cambiado porque afortunadamente, da sus frutos.

Por otra parte, sigo esperando una respuesta de la asociación con la que contacté en Honduras; lamentablemente, los días pasan y ya me estoy temiendo que mi ansiado viaje a Tegucigalpa va a tener que ser cancelado. Pero siempre hay algún rayo de sol que se filtra entre las nubes...

Esta mañana he acompañado a dos voluntarias españolas (Cris y Alicia) a un proyecto llamado CASA JACKSON PARA NIÑOS DESNUTRIDOS que, como su propio nombre indica, atiende a niños con situaciones de desnutrición extrema o, en el mejor de los casos, grave. Hemos llegado a la casa sobre las 8.30 h para atender el primer turno, que se extiende hasta las 12.00 h.


Lo primero que ha llamado mi atención es que hay que observar unas normas de "asepsia" básicas para proteger a los pequeños: no se puede entrar a la casa enfermo, hay que lavarse las manos con gel antibacterias, hemos de vestir un camisón como de hospital y, como se recuerda en numerosos carteles que hay colocados en las paredes, en ningún caso hay que quitarse la mascarilla que facilitan en la entrada. "¿Para qué tanto?", he pensado para mis adentros. La respuesta me ha golpeado en la cara instantes después...



Solo dos de los pequeños que nos hemos encontrado (de 6 y 7 años de edad) son capaces de moverse sin ayuda; el resto, incluso niños de casi dos años, necesitan de un voluntario o una enfermera para caminar... para algunos ni  ese apoyo es suficiente. Es el efecto de días y días de precaria nutrición: críos de 3 años encerrados en cuerpos de bebés, niños con 3 meses que pesan 2.5 kg, otros que con 5 años no controlan sus esfínteres, retraso en su desarrollo mental, ...  En pocos meses de vida, estos pequeños ya han agotado la cuota de sufrimiento que corresponde a cada ser humano; y lo peor de todo es que su porvenir no les depara mejores noticias. Como diría Galeano, probablemente no haya puertos para estos barquitos.


El momento más emotivo ha llegado a la hora de la comida. Poco antes de mediodía la enfermera me ha pedido que diese la papilla a un pequeño que se encontraba en la habitación de aislamiento. Sus 7 meses de vida no dan para más de cuarenta y tantos centímetros de largo, y para menos de 3 kg de peso. Me han llamado la atención sus manos, unas manos huesudas, arrugadas y morenas, escala de unas manos de anciano.

La casualidad ha querido que un llanto angustiado se escapase de su desdentada boca justo en el momento en el que me he aproximado a él para sacarlo de la cuna. O quizá haya sido un grito de socorro inconsciente, un SOS lanzado a quién pudiese escuchar. Sea como fuere, me ha helado la sangre. He colocado al pequeño en mi regazo y de alguna forma ha comenzado su particular baile con la vida.

El primer paso de esta danza ha sido dejar inmediatamente de sollozar, con la certeza innata de que algo bueno estaba a punto de suceder.

El siguiente ha sido si cabe más sorprendente para mí. Su forma de comer era distinta; aprovechaba todas y cada una de las oportunidades que le ofrecía para nutrirse, sin desperdiciar, sin renunciar, ni una mancha en su baby...

El pequeño comía con la desesperación que exige la supervivencia;  no era un acto biológico, sino más bien el episodio de aferramiento a esos pocos cabos que quizá le resten para mantenerse vivo. Ha permanecido sin apenas moverse, ni un manotazo, ni un gesto de rechazo a la comida, ni a mi; solo una respetuosa, pero ávida, espera hasta la siguiente cucharada. Y todo ello sin apartar su mirada de la mía... Podría estar escribiendo días y no sería capaz de describir lo que se siente en esos momentos.

Horas más tarde me vino a la memoria el cuento del pobre que se sentía desdichado porque solo tenía altramuces para comer, y vió que otro pobre comía las cáscaras que él tiraba al suelo. Lo decido mientras la noche cae sobre Jocotenango: se acabó la penitencia...

jueves, 10 de noviembre de 2011

Mano de León...(2ª parte)

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".

"La capacidad de sufrimiento del ser humano es infinita..."

El descenso hasta Mano de León es rápido. La pendiente de la senda hace que nuestros pies se muevan con mucha agilidad, y vamos dejando atrás metros y metros de camino casi sin darnos cuenta. Los chicos están contentos, para ellos ha sido un día especial. No tienen por costumbre salir de su aldea, y menos para participar en actividades lúdico-educativas como las del festival. Si acaso cuando están enfermos, y a veces ni eso. Aquí, si caes enfermo, o te aguantas o te mueres. Pocas veces hay una tercera opción. Caminan habladores, ruidosos, felices... no son los mismos que hace media hora parecían disculparse hasta por respirar el mismo aire que el resto. Ahora son ellos los que están en su terreno y se enorgullecen de él. Nos van mostrando los campos de maiz, de frijoles, el valle, sus casas, los animales,... su vida.


La llegada a Mano de León

Llegamos al pueblo. Nos recibe el edificio de la escuela, probablemente la mejor construcción de Mano de León; bloques de hormigon, suelo enlosetado y ventanas con cristal. Ahora se está ampliando con dos nuevas estancias que servirán de cocina y de baño. Pero desgraciadamente la obra está a medias porque el dinero se acabó y no encuentran quien los apoye con la financiación. Sorprende cuanto menos que a pesar de que tanto los sanitarios del baño como las cubetas del fregadero de la cocina están colocados en sus respectivos lugares, no hay instalación de tuberías ni colectores para las aguas sucias. Son un bonito adorno, pero desgraciadamente no mejoran las condiciones de vida de la comunidad porque su funcionalidad es nula: la aldea carece de suministro de agua corriente y la elecricidad tampoco encuentra el camino para llegar a la aldea. La vida acaba cuando el sol se apaga, y el agua que los hogares utilizan proviene del manantial cercano al caserío, que no asegura unas condiciones mínimas de salubridad. Hace años una bomba hidraúlica la extraía de las entrañas de la tierra, agua potable que no hacía enfermar a los habitantes del pueblo. Un día el motor se averió, y el dueño del pozo nada hizo para repararlo, ni permitió que nadie lo hiciese. Ese día Mano de León empezo a morir poco a poco.


(Escuela- Al fondo, la tienda)
Siguiendo el camino, a unos 20 metros de la escuela se encuentra la tienda de abarrotes. Este comercio vende artículos de primera necesidad, refrescos y algunas chucherías como papas fritas y caramelos a quienes tienen la suerte de contar con un puñado de quetzales. Me resulta extraño que una tienda de estas características y ubicada en un caserío de poco menos de doscientos habitantes sea tan rentable como para no cerrar. Uno de los vecinos despeja rápidamente mi duda: en realidad, la parte de atrás de la pequeña caseta esconde una cantina que vende cusha. La cusha es un aguardiente de cirrosis instantánea, elaborado por fermentación de frutas y hierbas, de alta graduación y sabor árido-terroso, que despoja totalmente de voluntad a quienes beben más de un vaso. Para los hombres, el bar es el único entretenimiento fuera del hogar que existe en la aldea. En esta trastienda acaban a menudo los salarios quicenales de muchos de los varones adultos del caserío de Mano de León. A veces en un solo día. Siempre a costa del bienestar de sus mujeres e hijos. Porque al final son ellos los que, sin comerlo ni "beberlo", cargan con los peores efectos del consumo irresponsable del cabeza de familia.

Cuando eso sucede, con mucha más frecuencia de la deseable, las mujeres abandonan sus tradicionales labores del hogar y tienen que buscar en otros trabajos el dinero malversado por sus esposos en la cantina. Nombran tácitamente a una de sus hijas como mamá suplente, con la responsabilidad de cuidar y proteger a los más pequeños de la familia. Los chicos  tienen sus propias ocupaciones...

A las cinco, cada mañana, despiertan al sol con sus golpes de machete. En la oscuridad, las chispas que brotan del metal en su contacto con la piedra brillan como luciérnagas. Es el candil intermitente que los acompaña cada día. La mayor parte de los niños tienen desde muy temprana edad sus propias responsabilidades con los campos de maiz. A veces, ese compromiso les priva de ir a la escuela, de tener un futuro. En Mano de León el tiempo se paró hace mucho; en su sociedad, el hambre no se ahuyenta con libros. En Mano de León el hambre se calma únicamente con tortillas de maiz, frijoles, arroz, nunca fruta, y rara vez carne. No es el menú de una cárcel, es la dieta que día tras día condena a la malnutrición a los niños del caserío. Este círculo vicioso mantiene eternamente separados a los pequeños de ese deseado futuro, porque no hay un estado que vele por ellos, los más frágiles, los más necesitados, ni una familia consciente de su obligación para con sus hijos. Los niños van cumpliendo años de sufrimiento involuntario, de vida consumida, como de ceniza, sin salir de su ignorancia, sin conocer otra vida que debería ser la suya.


Volviendo de un día de trabajo
                                        
Mano de León es un infierno por omisión, incluso Dios se ha olvidado de ellos.

Retiro lo anterior, un lugar lleno de ángeles nunca será el infierno...

Buenas noches.

domingo, 30 de octubre de 2011

Mano de León...(1ª Parte)

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".

Ernest Hemingway escribió una vez: "El mundo es un buen lugar por el que vale la pena luchar. Estoy de acuerdo con la segunda parte." Tiene gracia que poco tiempo después se suicidara abriéndose un agujero nuevo en la cabeza con una escopeta, pero a su manera también luchó... contra sí mismo.

Hagamos una analogía entre la vida y el mundo del que hablaba Hemingway.

¿Hasta cuando es capaz una persona de seguir luchando por vivir? ¿En qué momento se deja vencer por aquello que le produce miedo, dolor, angustia o sufrimiento extremo?  Esta semana he conocido dos ejemplos distintos, aunque ambos explicativos, que dan respuesta a lo que me pregunto al inicio de este párrafo. Uno, por razones que no vienen al caso, quedará para mí. El otro intentaré describirlo de la mejor manera posible, aunque presiento que no me va a ser fácil.

A aproximadamente 8 kilómetros de Jocotenango se encuentra el caserío de Mano de León. Este nombre proviene del árbol homónimo que crece abundantemente alrededor de la aldea, y cuya característica principal es una hoja que se asemeja a la zarpa del rey de la selva. Encajada en un valle tan bello como verde y escarpado, Mano de León sin embargo esconde la mayor parte de las formas que puede adoptar la miseria del género humano, tanto material como espiritual.

Antes de entrar en la descripción de estas miserias es preciso que exponga los antecedentes, o cómo llegué a conocer el caserío Mano de León.

La Asociación Los Patojos acoge desde el día 26 hasta el domingo día 30 de Octubre, el festival "Jocotes en Miel". Es la 4ª edición de este certamen, y durante el mismo se desarrollan diferentes talleres (fotografía, música, baile, pintura, teatro...) para que los niños participen activamente, y creen y presenten sus trabajos ante el resto de la comunidad. En esta ocasión han sido invitados algunos chicos de la asociación "Educarte" y de la escuela rural de Mano de León además de, obviamente, los alumnos de la nuestra.

El día 26 los voluntarios y profesores de Los Patojos llegamos pronto al local de la asociación. Queríamos que todos los cabos que quedaron sueltos el martes estuvieran atados, y bien atados, antes de la llegada de los chicos. Los niños de Educarte y de Los Patojos llegaron puntuales a las 10 de la mañana, hora convenida con los grupos participantes días atrás. Sin embargo, los representantes de Mano de León (un grupo de aproximadamente 10 niños entre 6 y 14 años) no aparecieron en el local hasta pasadas las 10.30 h. La puntualidad no es una de las virtudes de los guatemaltecos, y en otro caso la demora no hubiese sorprendido a nadie. Pero su retraso, junto con las ropas que vestían y la conducta de los críos una vez llegaron, llamó la atención de los presentes en el recinto.

Sus clásicas ropas (faldas largas de varios colores en las niñas, pantalón y camisa o camiseta en los chicos, sin estridencias) no estaban más sucias que las del resto; el color de su piel era similar al de las otras personas allí reunidas y su voz no molestaba porque apenas era perceptible. Entonces, ¿qué despertó nuestro interés?

En primer lugar, se movían por el local de la asociación como un banco de peces, al unísono, sin que ningún miembro se adelantase y con la precaución de no dejar a nadie atrás, sin la protección del grupo. No hablaban si no se les preguntaba y, si esto último sucedía, raramente levantaban su mirada del suelo.

Por otro lado, el maestro de la aldea nos explicó a todos a modo de disculpa, que habían hecho el trayecto (los 8 km) a pie... Siempre hay una chispa que enciende la mecha de los pensamientos, y en mi caso fue ese comentario. ¿A pie? ¿Casi tres horas a través de la montaña? Desde ese momento quise saber más, conocer más de ese pueblo de nombre tan especial y de sus gentes.

Las actividades del día estaban llegando a su fin en Los Patojos y la noche esperaba impaciente para abalanzarse sobre Jocotenango. En esta latitud y época del año, el sol desaparece como empujado por la oscuridad y por el frío, y ambas muerden sin piedad a todos cuantos no encuentran la protección de un techo sobre sus cabezas. Yo no hacía más que pensar en los chicos de Mano de León y en el duro camino de vuelta que les esperaba hasta llegar a su hogar. La ruta, según me contaban los jocotecos, era abrupta y de tierra, como ganada con urgencia al bosque y, evidentemente, sin ningún tipo de iluminación artificial. Por fortuna, el director de Los Patojos me comunicó que para la vuelta, el colegio de Mano de León iba a contar con un par de bomberos y un todoterreno de su dotación que serviría de espartano medio de transporte  de pasajeros. Con esto se les aseguraba llegar antes de la noche al caserío. Eso calmó mi preocupación y me abrió la puerta para conocer la aldea. Hablé con uno de los bomberos para que nos aceptaran a otro voluntario y a mí como pasajeros de ese viaje; lo hicieron, a cambio de una "propina" de 40 quetzales.


En efecto, la "carretera" que parte de Jocotenango hacia las montañas es de todo menos una carretera. Estrecha, con muchas curvas, peligrosa. Ni siquiera podría considerarse una pista forestal. Además, las lluvias descargadas hace unas semanas por la tormenta tropical que azotó Guatemala destrozaron la ya de por sí precaria senda hacia Mano de León. El improvisado autocar de los bomberos se movía con precaución por las empinadas pendientes del camino, manejado por las experimentadas manos del mayor de los bomberos. El paisaje desde el vehículo era impresionante; vegetación hasta donde alcanzaba la vista, cafetales, quebradas, y tres o cuatro casas que desafiaban la ley de la gravedad, clavadas a la ladera del monte.


Media hora después de dejar Joco, el todoterreno se paró. Miguel, que así se llama bombero más joven, nos informó que no podíamos seguir adelante, y que el resto del camino hasta Mano de León (aproximadamente 1 km) habíamos de hacerlo a pie; el vehículo podría bajar la pendiente hasta el caserío, pero probablemente la pronunciada inclinación de la subida haría imposible el avance del "carro".


Así que Juanlu (voluntario), Rafa (maestro de Los Patojos),  Diego (el maestro de Mano de León), 10 niños y yo iniciamos el descenso a unos infiernos que tardaría muy poco en descubrir...

martes, 18 de octubre de 2011

La Misión...

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".

Si tuviere tanta fe como para mover montañas
mas no tuviere caridad, nada soy.

Y si repartiere todos mis bienes,
y si entregare mi cuerpo para ser abrasado,
mas no tuviere caridad, ningún provecho saco.

La caridad es sufrida, es benigna,
la caridad no tiene celos,
la caridad no se pavonea, no se infla.

Cuando yo era niño hablaba como niño,
sentía como niño, razonaba como niño.
Cuando me he hecho hombre
me he despojado de las niñerías.

Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad.
Las tres. Mas la mayor de ellas es la caridad.

Día extraño.

Esta mañana tenía un par de horas libres antes de servir la comida en la asociación y he ido a La Antigua. Quería ver el Convento de Santo Domingo y la Iglesia de San Francisco, ya que en la guía de Lonely Planet venían como visitas obligatorias e ineludibles.

El Convento de Santo Domingo es ahora un hotel de lujo, aunque hay áreas del mismo que pueden ser visitadas por no huéspedes, eso sí, tras pagar una entrada de 40 quetzales. La verdad es que es una construcción bastante bonita, muy bien conservada (lo que todavía queda en pie) y con una historia detrás que, por pudor, me niego a contaros. En definitiva, mereció la pena la visita.

De ahí he puesto rumbo a la Iglesia de San Francisco (también conocida como la Iglesia del Hermano Pedro), un poco más alejada del centro neurálgico de La Antigua que es el Parque Central. Está bien, aunque creo que como ésta se debieron construir varias decenas en la época de máximo esplendor de la ciudad. Ahora hay partes que están semi-derruidas, dándole un aspecto de dejadez que no se corresponde con la realidad. Pero lo que allí ha sucedido me ha hecho pensar durante un rato...

He entrado por la puerta principal de la iglesia, y he recorrido su interior durante unos minutos para sacar unas fotos que, con total seguridad, no van a ganar el Pulitzer. Como en el resto de edificios religiosos que visité anteriormente, hay gente rezando. Tras la gira fotográfica he decidido tomar asiento en el último banco de la nave central de la catedral, sobrecogido por el silencio que me envolvía y buscando un merecido descanso. No había tenido tiempo siquiera de poner mi cámara en la mochila cuando ha entrado en la iglesia una mujer indígena de mediana edad. El vivo color de sus tradicionales ropas estaba oscurecido por varias capas de suciedad. Me ha dado la impresión de que ese atuendo ha vestido a la mujer durante unos cuantos días, sin descanso. Al llegar a la altura del banco donde yo descansaba, se ha clavado de rodillas y ha comenzado a rezar con la vista puesta en la gran cruz que preside el altar. Momentos después, ha recorrido en esa misma postura la distancia que separa la puerta de la nave central de la iglesia, del altar mayor, aproximadamente 40 metros... Una india, la suciedad y sus oraciones, nada más.  Durante su mini-peregrinación, la mujer no ha cesado de repetir una serie de ininteligibles plegarias. Y mientras la observaba me han asaltado un par de preguntas, ¿qué estará agradeciendo esta mujer? Sus ropas son las de un pobre, su cara refleja la malnutrición que sufre y probablemente solo viva para salir del día...  Y, si lo que hace es pedir a Dios para que su situación mejore, ¿no se habrá cansado ya de que sus súplicas no sean atendidas? Creo que la fe, como el miedo, solo la "disfruta" quien la padece.


                 (Cruces apiladas en una estancia escondida del Convento de Santo Domingo)

Siempre me han llamado la atención las demostraciones públicas y espontáneas de fe cristiana que tienen lugar en latinoamérica, pero ésta concretamente ha tocado un resorte en mi interior que no me ha dejado tranquilo.... ni aun ahora, casi al final del día.  La acciones de penitencia y la búsqueda de redención han tenido para mi durante estos últimos años una atracción hipnótica, casi enfermiza, quizá porque hay una parte de mi que necesite algún tipo de perdón. O quizá no.

Y tan absorto estaba en mis pensamientos que he perdido de vista a la mujer; la he encontrado unos minutos después, cuando me disponía a salir del templo, pidiendo limosna en la entrada. Ha correspondido a los dos quetzales que he dejado en su cesta de mimbre con una humilde y agradecida sonrisa; creo que "La Gracia de Dios" no volverá a tener el mismo significado para mí...

Buenas noches.

domingo, 16 de octubre de 2011

Riders on the Storm...

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".


Aquí en Guatemala no ha cesado de llover desde hace días, y las autoridades meteorológicas aseguran que la situación no va a mejorar a corto plazo. La última vez que ví el sol estaba en el cielo de España, en Jocotenango no he tenido tal suerte todavía; eso es algo a lo que realmente no estoy acostumbrado. Lo peor de este tiempo es que vas notando como la tristeza de la lluvia no solo empapa la tierra, sino que poco a poco va calando también en tu estado de ánimo.

Pero por contra, ayer viernes fue mi primer día de trabajo con Los Patojos. Compartir el tiempo con los niños alejó, por lo menos temporalmente, los nubarrones que oscurecen mi ya de por sí precario nivel de moral. Estoy bastante ilusionado porque me gusta el perfil que tienen los directores de Los Patojos. Todos son chicos menores de 30 años, con estudios, con ganas, y no dudan a la hora de exponer las líneas maestras y la dimensión que quieren dar a la asociación. Han asumido y transmiten con transparente claridad la importancia que supone una buena educación (tanto académica como en valores) en la mejora del porvenir de los casi 150 niños que diariamente asisten a cualquiera de los dos locales con que cuentan en Jocotenango. Hay tres conceptos básicos: FORMACIÓN, DIGNIDAD Y RESPETO. Sobre este tripode se apoya el éxito de Los Patojos.

Como digo, ayer compartí mi día con los niños del local número 2, y aquella sensación de zozobra que me acompañaba desde que llegué a Guatemala fue desapareciendo con el paso de las horas. Me han asignado un grupo de críos de 8 a 10 años con los que trabajaré junto a Celeste (la maestra) y María (una voluntaria alemana que vive en el albergue de la asociación). Todavía no he logrado aprender sus nombres.
El día que te presentas ante los críos es especial y aterrador a la vez, porque de la conexión que se establezca en ese primer momento dependerá en gran medida el tipo de relación que mantengas con ellos después. Si esos puentes se tienden, enseguida identificas a los más abiertos, a los revoltosos, a los que "van de mayores", a los cariñosos, incluso a los que tienen problemas más graves en su hogar; cuanto más los vas conociendo más probabilidades tienes de empatizar. Por eso es aterrador, pero también por eso es especial.

Persiguiendo lo anterior me ofrecí a ayudar a servir la comida a los niños a mediodía, a pesar de que ese trabajo no estaba previsto que lo desempeñase yo. Desde mis años de camarero es legendaria la habilidad que poseo con la bandeja (ejem ejem)  y parecerá una tontería, pero los críos se percataron de esa habilidad y alguno incluso me preguntó si yo era "mesero" en mi país. Esa fue la cuerda de la que tiré para empezar a construir los puentes de los que hablaba antes, y la verdad es que resultó.

Después de la comida empezó el trabajo con ellos propiamente dicho. La actividad que realizamos combinaba creatividad, redacción y representación. Se formaron tres grupos de niños, de entre 8 y 10 componentes cada uno. La actividad consistía en confeccionar y representar un pequeño relato del que solo sabíamos el título: "LA BRUJA LOCA". En aproximadamente 30 min. los chicos ya habían consensuado la estructura de su relato y la siguiente media hora la dedicamos a la caracterización para la posterior representación ante los otros grupos. Material del que disponíamos: ceras, celo, cartulina y bolsas de basura... Sin más. Nuestro equipo:



Todo salió a la perfección.

Los comportamientos y las actitudes de los niños a estas edades no son más que una réplica de los comportamientos y actitudes que observan en su familia, sus amigos y conocidos y, por desgracia, en la televisión. La asociación trata de "cortocircuitar" los malos hábitos, las malas conductas, para que, por ejemplo, la indisciplina, las poses "pandilleras" y las miradas un tanto desafiantes que empiezan a aflorar en algunos de estos chicos desaparezcan para siempre... por el bien de su propia existencia.

jueves, 13 de octubre de 2011

Ante todo, mucha calma...

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO  MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".

Tranquilidad y buenos alimentos.

Ante las innumerables muestras de intranquilidad que me habéis transmitido todos los que visitáis este blog, he de deciros algo: estoy en La Antigua, concretamente en Jocotenango, a bastantes km de donde las tormentas tropicales E-12 y 23 han causado estragos. Aqui llueve, pero no hay peligro en absoluto por este tema. Así que podéis estar tranquilos, tanto como yo lo estoy.

Es cierto que si me hubiese encontrado donde en un principio iba a realizar mi trabajo, pues ahora estaría con las gónadas en las amígdalas, porque allí han desaparecido carreteras, no hay luz eléctrica ni internet y en determinadas zonas la población está prácticamente incomunicada. Pero, como os digo, no es el caso de La Antigua ni de Jocotenango.

Ahora estoy en el albergue de la Asociación Los Patojos, que va a ser mi residencia durante las tres próximas semanas. Hay como ocho o diez habitaciones destinadas a los voluntarios que trabajan en la asociación. Las estancias son muy humildes, con techos de uralita y sin más muebles que los estrictamente necesarios, pero están limpias; también hay cierta pulcritud en sábanas y colchones, y se nota que no han tenido mucho uso. En este momento se alojan en el albergue, además de yo mismo, tres chicos y una chica, todos ellos alemanes.

La señora Elsa prepara desayuno, comida y cena para los voluntarios todos los días de lunes a viernes. Es la mamá de Rafa, que es maestro en Los Patojos. Lo primero que llama la atención de Doña Elsa es su amabilidad y me da la impresión de que le encanta hablar. Claro, que esto último puede ser porque las conversaciones que tiene con los alemanes no son muy fluidas; estos tíos apenas hablan castellano. Aun así me ha impresionado lo agradable que ha sido conmigo. En la charla que hemos tenido me ha adelantado algo de lo que me voy a encontrar en Jocotenango.

Me cuenta la Señora Elsa que aquí la vida no es nada fácil. A las condiciones de pobreza, que por ejemplo en su día me encontré en Piura, se añaden otra serie de cuestiones si cabe más problemáticas, como son la total desestructuración de las familias (el grado de alcoholismo es muy grande entre los varones de cada unidad familiar), la drogadicción juvenil y el fenómeno de las pandillas. No es extraño encontrar a chavales con 10 años que no saben leer ni escribir y que ya empiezan a coquetear con las drogas esnifando pegamento. Si no se interviene con estos críos, el final es claro para ellos... y desgraciadamente no demasiado alejado en el tiempo.

En fin,que me lío. A partir de mañana os podré dar más detalles de lo que se cuece en Los Patojos.

Y otra cosa, cuando titulé el blog utilicé una frase que me parecía bastante bonita porque recogía un poco la dualidad de la vida, una moneda en la que en uno de sus lados tiene algo bueno y en el otro algo malo; el agua al cuello y el alma, una cruz con su cara. He de deciros que ahora siento exactamente lo que significa esa expresión...

Buenas noches a todos

El tiempo es el amo....

"NO ME RESIGNO A QUE, CUANDO MUERA, SIGA EL MUNDO COMO SI YO NO HUBIERA VIVIDO".

No se ni como empezar a escribir esto. Tengo una mezcla de sensaciones que se resumen finalmente en una frase: "Vaya una puta mierda de lluvia"...

Comienzo por el principio. El vuelo, largo, cansado, horroroso. Hace escala en San José de Costa Rica. Allí llueve como si no lo hubiese hecho nunca. Jarrea. En principio no hay noticias que nos informen de que no podamos salir para Ciudad de Guatemala. Con media horilla de retraso, pero el vuelo hacia La Aurora parte, y en cierto modo me alivia. Cuando falta media hora para llegar a nuestro destino, el comandante del avión nos comunica que vamos a aterrizar en San Salvador porque en el aeropuerto de Ciudad de Guatemala está cayendo la de Dios y lo han cerrado. Cabreo monumental de todo el pasaje, yo de los que mas. Como tres horas despues nos comunican que finalmente el avión tiene programada su salida para las 21.45 h. Llegamos a Guatemala a las 22.50 h. porque, como no, se ha retrasado en la salida. Me espera Roberto de la Asociación en el aeropuerto y me lleva a La Antigua. Antes le pido que pare en una gasolinera para tomarme una Gallo. Llegamos sobre la una. Hablo con Roberto en la puerta del hostal mientras me fumo un cigarro y antes de irme a dormir.

Y ahora viene lo bueno. Me dice que la situación en el interior hacia el Lago Atitlán es bastante complicada, que ha caido un cerro sobre la carretera que lleva a los pueblos del lago, debido a la cantidad de lluvia que absorbió, que hay muertos en Quetzaltenango y que probablemente no arreglen la situación de las comunicaciones hasta final de mes. Tocate los cojones¡¡¡¡ Me voy a la cama deseando que mañana (por hoy) no amanezca lloviendo. Duermo unos tres cuartos de hora porque tengo un "jet-lag-azo" que te cagas y asomo el morro por la ventana del hostal. Sigue lloviendo.

Total, que hablo con Roberto y me dice que buscamos otro proyecto cerca de La Antigua porque me aconseja y casi me pide que no viaje al Lago Atitlán. Las autoridades guatemaltecas han aconsejado no conducir por las carreteras del interior por el elevado riesgo de que un alud te haga la raya enmedio. Y aquí estoy, en una cafetería cerca del Parque Central de La Antigua, tomando un te verde y dos galletas de avena, y esperando para ir esta tarde a Jocotenango (a 2 km. de La Antigua) y acoplarme al proyecto que tienen allí.

En fin, cuando tenga alguna foto interesante y no me salgan por la boca solo sapos y culebras, volvere a colgar algo. Mientras tanto, os tengo informados.

Besos para ellas y abrazos para todos.